La parábola del retorno del hijo pródigo
Como veréis, son textos cojos, alguno un poco lento o "pasoperdido", pero no los quiero tocar por el momento porque todavía no ha llegado el momento.
Ahí van:
LA MANZANA
Subí al vagón y me senté de espaldas a la marcha del tren. Abrí mi libro y empecé a leer. Frente a mí había un matrimonio de ancianos. Casi nos tocábamos las rodillas. El tren se puso en marcha y la vieja se santiguó. Entramos en un túnel, lo atravesamos y salimos al exterior. El fuerte viento había despejado el cielo de nubes y tan sólo quedaban encuadradas a la vista en la panorámica de la ventanilla unas cuantas apelotonadas en el horizonte, cercando el sol de la tarde, como si aquella ceguera de fuego hubiera caído entre algodones. La luz se posaba en todas las cosas y las hacía doradas y pequeñas. Cruzamos un puente por encima de un río verde y curvado con cañizares en su orilla, que se mecían mudos y mudos. Entonces oí cómo la mujer pedía a su esposo que bajase algo del portaequipajes. El viejo se alzó lentamente y cuando estuvo seguro de mantener el equilibrio, estiró su brazo hasta alcanzar una bolsa de lana. La tomó y se sentó, poniéndola sobre el regazo de su esposa. Una de las manos nervudas y arrugadas de la vieja fue a perderse en su interior un momento; cuando la sacó tenía una manzana amarilla, con la piel arrugada y mate. Se la mostró al viejo con una sonrisa. - Fíjate qué fea se ha puesto- dijo y la colocó encima de la bolsa, sobre un pañuelo blanco. El hombre metió la mano en su chaqueta y sacó una diminuta navaja negra con una cruz gravada en la empuñadura de madera. La abrió y se la ofreció. Hacía un momento que habíamos dejado el río atrás y ahora la luz era casi roja. Volví la vista a mi libro. Entonces ocurrió algo maravilloso. No oí nada, eso no, pero sentí cómo aquella vieja manzana se abría con la hoja de la navaja. Un olor dulce, de tarde alegre en el campo, se derramó por el vagón y entró por mis narices para quedarse dentro de mí un segundo. Cerré los ojos. -¿Quieres un cachito?- oí cómo preguntaba la mujer al viejo. Él debió tomar el pedazo; seguro que lo miró un momento antes de llevárselo a la boca. Y pasó que aquel olor de la manzana se hizo más pesado, melancólico: oxidado. Antes de abrir los ojos y volver de nuevo a mi lectura, pensé que así debió de ocurrir aquel día y que, al igual que yo, Dios se había dado cuenta de la falta de Eva por el olor triste que despidió la manzana.
CINEMA MUT
Obro l'armari de l'habitació dels mals endreços. Unes mantes, una cistella amb cassets vells, la capsa de cartró de la planxa i... Sí, aquí està! Les pel·lícules de súper 8.Preparo la platea. Abaixo la persiana del menjador i m'assec en el sofà. Davant meu el projector amb ronquera de dies de no fer-lo servir, deixa anar pudor de pols torrada. Tanco el llum, premo el botó de la màquina i es comença a empassar el cel·luloide amb certa dificultat... tac, tac, tac. 5 ? 4 ? 3 ? 2 ? 1 - La llum es torna moviment i record, es pinta amb els colors del passat. Oh! Ma mare... Què prima! Què jove. I... el Sultàn , el nostre gos d'aigües. També surt el pare, Que estrany!, amb aquella dèria per portar-nos als llocs i després deixar-nos hores i hores sols, mentre es bevia el bar. Tot i així fa gràcia de veure's de nou junts. Aquells estius van ser pocs, i els odiava. Però ara, tan lluny, quan el cor es buida d'odi, se m'omple d'enyorança i melangia. La vida a trossos. Tinc dotze anys, aquí al sofà. Mira! Si se'm veu!... Porto el cabell llarg, com una nena. Les meves germanes em vigilaven el look. Jo no em podia pas negar amb quatre dones capficades en fer-me semblar un noi modern, com en les sèries de televisió americanes. Escenes improvisades a casa nostra, a la platja, de vacances, a l'hotel, un cul sàtir i indeterminat que es deixa veure. Tota la meva família projectada en el blanc de la paret. Pobra imatge doblegada per la negra silueta d'un gerro, que em distreu del somni per dir-me a cau d'orella: "allò ja és passat".
CANTO DE AMOR A MEDIA NOCHE
Pasadas las tres, en la madrugadame hallaba envuelto en mí mismo, bajo la ropa blancade mi cama, con la espalda abrazada al pijamade rayas verdes que más de uno conocéis, y no por clarividencia.Pasadas las tres, como decía Agobiado por el tumulto de pensamientos que en mi noche habíaConmigo, "enmígo", a mi lado... decidí arriesgar mi mañana de mañanaY levantarme a escribir esto.Suicidé primero mi pie diestro,pues yo duermo en en la siniestra de mi lecho de amor y sueños,y salió desnudo de entre las sábanas, lánguido, febril, casi a ritmo de paso de Semana Santa con un "¡ui!" que me dió hasta lástima.Una vez concluído el luto por el pie, con la determinación de Job, eqilibré mi torso, mi cabeza y mi centro hasta que: Uno, dos, uno, dos, uno dos...Me puse en algo parecido a eso que llamamos "derecho".Encendí un Luchy Strike en la cocina... Y entonces me hablé muy tierno, muy tierno, casi con acento francés.Me quiero -empecé diciéndo-, no lo puedo evitar. Deseo hacerme el amor en esta noche extraña, y tan negra para aquellos que mañana el lunes signifique eso: Lunes.Me quiero- continué reafirmándome frente a la luna de mi armario- y lo curioso es que hace mucho tiempo que estoy junto a mí... pensé extrañado. ¿Será porque todavía no me conozco del todo que continúa embrujándome mi reflejo en el espejo? ¡Sin duda! -afirmé con una medio sonrisa- el secreto está precisamente en eso, en el secreto. Pero decidí no caer en el "ennui" del sopor y me puse a calentar un vaso de leche en el micro.¡Pero es que yo me quiero tanto, tanto! -me dije. Y de repente me vi envuelto en un abrazo cálido, de esos que sólo te da tu madre cuando eres muy niño o algún amante en los primeros días de noviazgo fugaz. -Oh!, pero, déjate de eso ahora.- dije yo- ¿Acaso no ves que no puedo dormir?.-¿Qué te ocurre?- me pregunté.-No sé. Estoy como algo intranquilo.-¿Y eso?¡Plinnnnn! (la campanilla del microondas) Di un suspiro y no contesté.-Es la primavera- afirmé con un irritante tono pedagógico.- Yo, sin embargo, ya ves: Tan ricamente. He visto que me levantaba y no he sabido quedarme sólo en la cama. Tú te ríes cuando me digo que me quiero, pero es cierto. Cuando no puedes pasar un minuto sin estar a tu lado entonces significa que estás enamorado, ¿no?. Me dejé hablar porque necesitaba oir una voz tranquilizadora.- Claro que sí. No lo dudes. Yo me quiero, porque me quiero. Sin razón, sin mirar defectos. Conozco mis debilidades y es cierto que a veces me enfado conmigo porque no llego a las metas que me propongo, pero a pesar de eso sigo a mi lado. Somos la pareja perfecta. Jamás me dejaré. Estuve conmigo en los momentos malos, en los "chungos" como dices yo. Y también en los mejores. Todos, todos: sin faltar a uno. Y...¿Sabes una cosa?... pues que no me canso de vivirlos conmigo. -¿De verdad? -me pregunté con voz melosa.-¡Pues claro que sí! Fíjate ahora, solos yo y yo en la cocina. Y no te preocupes porque me tenga que lavar los dientes otra vez después del vaso de leche. ¡Una y cien veces! Ni tampoco porque mañana quiera levantarme temprano para estudiar. Estoy a tu lado con gusto. Sin importarme nada lo demás. Me ha costado mucho encontrarme, ¿sabes?. Eres lo mejor que tengo y jamás, jamás lo perderé. Te quiero, Juli. Con todo mi cuerpo y mi corazón imperfecto. Te quiero aunque no dejes de fumar. Te quiero aunque te levantes de madrugada a escribir. Te quiero desde siempre: Desde el primer día en que me vi, como hoy, con cara de niño, traviesa y triste a ratos. Quizá sea un defecto el quererte tanto, pero eres el único defecto que tengo.Y así concluyó mi insomnio. Volví a mi cama y me abracé en la noche quieta, fresca y chispeante con la enorme satisfacción de saber que yo, sí, sí, que yo me amaba.