sábado, 16 de junio de 2007

El Doctor Muerte

Tengo que visitar a mi médico, el doctor E.
Él no te mira, sólo habla, y sabes que es él quien te habla porque vibran los pelos de su bigote. Hay que fijarse mucho pero si estás atento puedes ver cómo cada trece segundos, matemáticamente, un ligero vientecillo altera la correcta posición de los flecos de su moustache.
Aunque es mejor así, que no te mire. La última vez que vi sus ojos me mandó a la báscula.

-Vaya y péselo- ordenó a la enfermera-. Verá -comenzó diciéndole a mi esposa-, cuando enviamos a la báscula a un paciente que viene a la consulta de un encólogo es para poner al día a la familia de cuando y como va a... Existe la posibilidad de operarle, claro, pero la cosa está muy avanzada. Que no fume, todavía le podemos extirpar un pulmón, quizá un riñón. ¡Oh, vamos, fortaleza señora, se puede vivir con un sólo riñón! ¡Ojalá fuera sólo eso! La quimioterapia le hará trizas, seguro, pero vale la pena intentarlo. Déle estas si sufre, o si sangra. Si sangra lo hará por todos los orificios de su cuerpo, no se asuste, eso es de lo más normal en estos casos. En realidad sus entrañas son parecidas a... ¿cómo le diría?, a una magdalena mojada en el café-.

Parece ser que el doctor estaba releyendo a Proust últimamente.

-Hay que tener cuidado con los desprendimientos- continuó diciendo-. Será rápido, a lo sumo seis meses, pero no llore por favor y ¡ánimo, que ya queda poco! En el hospital tenemos un grupo de apoyo, hay mucha gente como ustedes, no son los únicos que pasan por esto. Ahora hay que centrarse en la calidad de vida de su marido. No tendrá mucha, claro: los dolores serán espantosos. ("Espantosos" cae exactamente en el segundo 13).

Ruido de nudillos contra la puerta, detrás aparecen la enfermera y el enfermo. -Ya estamos aquí, doctor.
- ¿Y bien?
- 65 kilos 300, doctor.
- Mmm, excelente, excelente ¿no es así?

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