lunes, 14 de enero de 2008

LA MOMIFICACIÓN VISTA POR UN GRIEGO

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LA TÉCNICA PLASTIDÉCOR

En ocasiones uno abre el cajón de la infancia y saca de él folios encerados con monigotes, o collages hechos con lentejas y macarrones, o laberintos de lana, en fin, todas esas obras, dibujos primeros que va repitiendo, con mayor o menor acierto en la técnica, a lo largo de su vida. Esas pasiones, proemios de nuestro libro de "mayores decepciones" son importantes porque nos configuraron una vez el alma, o el carácter.
Hoy me veo en la necesidad de explicar que cuando era niño (lo he dicho en otro lado, seguro, pero de otra forma) sentía una curiosidad muy sana por el antiguo pueblo de los egipcios. Bueno, ese apelativo se lo daría mi padre, que fue un hombre educado en un buen colegio, de padres y madres postizos, pero para definir lo que quiero decir, bien me vale. Esa admiración y curiosidad que sentí por la civilización del Nilo la quiero homenajear aquí con la inclusión de un texto que me parece muy interesante. No tuve noticia de él hasta que fui adulto, lo que viene a demostrar, como dije antes, que en realidad uno pinta y pinta una y otra vez los mismos monigotes, con mayor o menor acierto, según el humor y las digestiones que padece.




LIBRO SEGUNDO o de EUTERPE
Herodoto de Halicarlaso

"LXXXV. Por lo que hace al luto y sepultura, es costumbre que al morir algún sujeto de importancia las mujeres de la familia se emplasten de lodo el rostro y la cabeza. Así desfiguradas y desceñidas, y con los pechos descubiertos, dejando en casa al difunto, van girando por la ciudad con gran llanto y golpes de pecho, acompañándolas en comitiva toda la parentela. Los hombres de la misma familia, quitándose el cíngulo, forman también su coro plañendo y llorando al difunto. Concluidos los clamores, llevan el cadáver al taller del embalsamador.

LXXXVI. Allí tienen oficiales especialmente destinados a ejercer el arte de embalsamar, los cuales, apenas es llevado a su casa algún cadáver, presentan desde luego a los conductores unas figuras de madera, modelos de su arte, las cuales con sus colores remedan al vivo un cadáver embalsamado. La más primorosa de estas figuras, dicen ellos mismos, es la de un sujeto cuyo nombre no me atrevo ni juzgo lícito publicar. Enseñan después otra figura inferior en mérito y menos costosa, y por fin otra tercera más barata y ordinaria, preguntando de qué modo y conforme a qué modelo desean se les adobe el muerto; y después de entrar en ajuste y cerrado el contrato, se retiran los conductores. Entonces, quedando a solas los artesanos en su oficina, ejecutan en esta forma el adobo de primera clase. Empiezan metiendo por las narices del difunto unos hierros encorvados, y después de sacarle con ellos los sesos, introducen allá sus drogas e ingredientes. Abiertos después los ijares con piedra de Etiopía aguda y cortante, sacan por ellos los intestinos, y purgado el vientre, lo lavan con vino de palma y después con aromas molidos, llenándolo luego de finísima mirra, de casia, y de variedad de aromas, de los cuales exceptúan el incienso, y cosen últimamente la abertura. Después de estos preparativos adoban secretamente el cadáver con nitro durante setenta días, único plazo que se concede para guardarle oculto, luego se le faja, bien lavado, con ciertas vendas cortadas de una pieza de finísimo lino, untándole al mismo tiempo con aquella goma de que se sirven comúnmente los egipcios en vez de cola. Vuelven entonces los parientes por el muerto, toman su momia, y la encierran en un nicho o caja de madera, cuya parte exterior tiene la forma y apariencia de un cuerpo humano, y así guardada la depositan en un aposentillo, colocándola en pie y arrimada a la pared. He aquí el modo más exquisito de embalsamar los muertos.

LXXXVII. Otra es la forma con que preparan el cadáver los que, contentos con la medianía, no gustan de tanto lujo y primor en este punto. Sin abrirle las entrañas ni extraerle los intestinos, por medio de unos clísteres llenos de aceite de cedro, se lo introducen por el orificio, hasta llenar el vientre con este licor, cuidando que no se derrame después y que no vuelva a salir. Adóbanle durante los días acostumbrados, y en el último sacan del vientre el aceite antes introducido, cuya fuerza es tanta, que arrastra consigo en su salida tripas, intestinos y entrañas ya líquidas y derretidas. Consumida al mismo tiempo la carne por el nitro de afuera, sólo resta del cadáver la piel y los huesos; y sin cuidarse de más, se restituye la momia a los parientes.

LXXXVIII. El tercer método de adobo, de que suelen echar mano los que tienen menos recursos, se deduce a limpiar las tripas del muerto a fuerza de lavativas, y adobar el cadáver durante los setenta días prefijados, restituyéndole después al que lo trajo para que lo vuelva a su casa.

LXXXIX. En cuanto a las matronas de los nobles del país y a las mujeres bien parecidas, se toma la precaución de no entregarlas luego de muertas para embalsamar, sino que se difiere hasta el tercero o cuarto día después de su fallecimiento. El motivo de esta dilación no es otro que el de impedir que los embalsamadores abusen criminalmente de la belleza de las difuntas, como se experimentó, a lo que dicen, en uno de esos inhumanos, que se llegó a una de las recién muertas, según se supo por la delación de un compañero de oficio.

XC. Siempre que aparece el cadáver de algún Egipcio o de cualquier extranjero presa de un cocodrilo o arrebatado por el río, es deber de la ciudad en cuyo territorio haya sido arrojado enterrarle en lugar sacro, después de embalsamarle y amortajarle del mejor modo posible. Hay más todavía, pues no se permite tocar al difunto a pariente o amigo alguno, por ser este un privilegio de los sacerdotes del Nilo, los que con sus mismas manos lo componen y sepultan como si en el cadáver hubiera algo de sobrehumano. "

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Consideracions sobre

DÉU I LA MORT



Sempre en la meva línia.

Diuen els entesos en matèria filosòfica que la recerca de la pau de l’esperit és quelcom reconfortant i talment allò per la qual cosa val la pena de viure. Un cop trobada, la dita pau, –donat el cas que algú pogués envanidir-se d’haver-ho aconseguit - un no ha de fer res més per tal de justificar la seva presència en aquest món. Ha assolit el Nirvana, la comunió amb Déu i ja pot, dit en una paraula, dinyar-la, àdhuc, sospito li seria permès de llençar-se a un pou o posar el coll dins la baga sense por al foc de l’infern o la ferotge murmuració veïnal.
Però, crec que us estimo massa, o si més mínimament com per no desitjar-vos tanta felicitat en aquesta perillosa pau. Tanmateix, vull donar-vos testimoni d’uns pensaments que crec us poden ser profitosos, tot i que pel tema i segons a quines hores poden semblar estantissos.


El doble.


A la Grècia arcaica, quan un home desapareix per sempre o ha mort sense que se’n pugui trobar el cadàver i no es poden complir els ritus funeraris, el difunt —o millor dit, el seu doble, és a dir, la seva psyché — vaga sense fi entre el món dels vius i el món dels morts. Ja no és del primer, però encara no ha trobat lloc en el segon.
Per conjurar aquest espectre que podia comportar maleficis als vius, es feia un doble de pedra, el colossos —nom que en un principi no té valor d’estatura — i amb l’estàtua se substituïa el cos del difunt que així podia rebre les exèquies. El colossos no és una estàtua que reprodueix les faccions del mort, és una estela que es clava el terra, en un bosc no cultivat, símbol de l’altre món, que s’eleva cap el cel. El nom del difunt era invocat tres vegades damunt la pedra perquè aparegués la seva psiché sota la forma d’un fantasma (asma). A través del colossos el difunt fa patent als ulls dels vidents la seva presència que és, també, el signe d’una absència. En el curs dels rituals, el difunt efectua el pas entre el món dels vius i el dels morts. I de la mateixa manera els vius, a través dels colossos, es projecten en la mort.»



ECKHART, Escissió de la Fisis (Natura)


L’ull amb el què Déu em veu és el mateix ull amb el qual jo veig Déu, el Seu ull y el meu ull són un de sol. En justícia jo sóc pensat en Déu i Ell en mi. Si Déu no fos, jo no seria. Si jo no fos, Deu no seria. Tanmateix, no és necessari que tot això sigui de domini públic, car aquestes són les coses fàcils de malinterpretar i no poden ésser enteses només pel concepte.
Natura naturans (Natura naturalitzant): el misteriós poder que crea l’univers amb el seu pensament, potser sap que la realitat se sustenta d’una concepció unitària. Natura naturata (Naturaleza naturalitzada (causa – efecte): cada un de nosaltres només té accés a un caos de dades disperses. Condemnat a una visió contradictòria i fragmentada, la paraula gravita damunt la nostra existència, però aquesta paraula només pot accedir aq la referència o a la metàfora; en definitiva, palesa la disjunció total a què una cultura de la mort ha aconduït a l’home. Natura naturans + Natura Naturata = Deus sive Natura (Déu és la Natura).



Tajalli al-Haqq.


En general, els sufís, especialment els de l’escola d’Ibn ‘Arabî, consideren el cosmos com la teofania (tajallî) de la Veritat Divina (al‑Haqq) que es renova a cada moment. La creació és aniquilada a cada instant, la qual cosa en cert sentit també és afirmada pels teòlegs. La totalitat de l’univers passa per un fenomen d’expansió i contracció (al‑ratq wa'l‑fatq). En la primera fase del procés, l’Hàlit Diví o «Hàlit del Compassiu» (nafas al‑rahman), que és la substància fonamental del cosmos, manifesta totes les coses exterioritzant y donant existència (ex‑sistere) als arquetips celestials immutables (al‑a'yân al-thâbitah), mentre en la segona fase totes les coses retornen al seu Origen Diví en el què estan eternament presents. Així doncs, el cosmos depèn de forma absoluta de la seva Font Divina, sens la qual, literalment, seria res.


Tzimtzum (Contracció)


El concepte de tzimtzum, la contracció i "remoció" de la llum infinita de Déu per tal de permetre la creació de realitats independents, està elucidat en les ensenyances de l’Arizal. En les generacions que el succeïren, es varen desenrotllar dues escoles de pensament respecte al significat del "tzimtzum": una prengué el concepte literalment (és a dir, que la llum infinita de Déu ja no és present dins el “buit” o “úter” de la creació de l’univers) mentre que l’altre, la del Baal Shem Tov i els seus deixebles després d’ell, van entendre que aquest concepte no devia ser interpretat literalment, sinó més aviat era una referència a la manera segons la qual Déu va imprimir la seva presència sobre la consciència de la realitat finita.
En veritat, d’acord amb l’acceptada segona opinió, des de la perspectiva de Déu, com si hi fos (la Seva omnipresència i la de la Seva infinita llum és permanent), sense experimentar cap canvi abans ni després de la Creació. Des de la nostra perspectiva, tanmateix, la seva llum sembla desaparéixer. Això no és necessari pel propi acte de la Creació, la concessió del lliure albir l’home i la consumació del màxim desig de Déu de “rebel·lar-se aquí baix”
Un dels dilemes filosòfics que troben la seva resolució en la doctrina del tzimtzum és com emergir la finitut de l’infinit i la pluralitat d‘una unitat absoluta.


No vull glossar massa el que queda palés amb la meva selecció, tan sols puc meravellar-me dels pensaments antics que, com les piràmides d'Egipte, es van alçar a mans nues, sense l'asistència de l'obligada tècnica de la qual ens vanagloriem de disposar avui dia -estudis, estudis i gens de contemplació- i la qual no és res més que la prolongació d'allò que -no ens hem d'enganyar a nosaltres mateixos-, ja s'ha dit, àdhuc abans de dir-se per primera cop.